¿Qué
me importa que seas casta? Sé bella y triste.
Las lágrimas aumentan de tu faz el encanto.
Reverdece el paisaje de la fuente al quebranto;
La tormenta a las flores de frescura reviste.
Las lágrimas aumentan de tu faz el encanto.
Reverdece el paisaje de la fuente al quebranto;
La tormenta a las flores de frescura reviste.
Eres
más la que amo si la melancolía
Consterna tu mirada; si en lago de negrura
Tu corazón naufraga; si el ayer su pavura
Tiende sobre tus horas como nube sombría.
Consterna tu mirada; si en lago de negrura
Tu corazón naufraga; si el ayer su pavura
Tiende sobre tus horas como nube sombría.
Eres
la bien amada si tu pupila vierte
-Tibia como la sangre- su raudal; si aunque blanda
Mi caricia te arrulle, lenta y ruda se agranda
Tu angustia con el trémulo presagio de la muerte.
-Tibia como la sangre- su raudal; si aunque blanda
Mi caricia te arrulle, lenta y ruda se agranda
Tu angustia con el trémulo presagio de la muerte.
¡Oh
voluptuosidades profundas y divinas!
¡Salmo de los deleites entonado en sollozos!
Tus ojos, como perlas, son fuegos misteriosos
Con que las interiores penumbras iluminas.
¡Salmo de los deleites entonado en sollozos!
Tus ojos, como perlas, son fuegos misteriosos
Con que las interiores penumbras iluminas.
Tu
corazón es fragua; la pasión insepulta
Como ascua inextinta, dispersa su destello;
Y bajo la celeste blancura de tu cuello
Un poco de satánica rebeldía se oculta.
Como ascua inextinta, dispersa su destello;
Y bajo la celeste blancura de tu cuello
Un poco de satánica rebeldía se oculta.
Pero
en tanto, adorada, que no pueblen tus sueños
Pesadillas sin término, reflejos avernales,
Y en lívidas visiones de azufre mil puñales
Tajen tu carne ebria de filtros y beleños,
Pesadillas sin término, reflejos avernales,
Y en lívidas visiones de azufre mil puñales
Tajen tu carne ebria de filtros y beleños,
Y a todas
las quimeras pávidas esclavizadas
El augurio funesto mires a cada paso,
Y convulsa te acojas al letárgico abrazo
Del tedio irresistible que anuncia la alborada.
El augurio funesto mires a cada paso,
Y convulsa te acojas al letárgico abrazo
Del tedio irresistible que anuncia la alborada.
Tú
no podrás, oh sierva que me impones tu ley
Y a tu amor me encadenas perversa y temblorosa,
Decirme desde el antro de la noche morbosa,
Con el alma en un grito: "yo soy tú mismo, ¡oh rey!"
Y a tu amor me encadenas perversa y temblorosa,
Decirme desde el antro de la noche morbosa,
Con el alma en un grito: "yo soy tú mismo, ¡oh rey!"
Autor: Charles
Baudelaire
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